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Saben no voy a dejar morir esta mierda, por honor de macaco chanero que no.

Tobías Targaryen

En lo que conversaba mi gran amigo Atreus algo opacado por el sonido del viento pasar por sus orejas, pude pensar brevemente en las tardes de trabajo intenso bajo el sol abrasador que vivíamos en el rancho, cuyo dueño original era el abuelo Yarro pero que manejaban mis padres. El pequeño deja vu que me llevó a revivir la mágica historia contada por mi querido abuelo sobre el Guantelete de Flujo de Energía Arcana tornó mi mente en un estado melancólico de recuerdos antiguos perteneciente a aquellos tiempos, invadiendo mi cabeza como una fogata repele la oscuridad en un lugar desolado, haciéndome volver a momentos satisfactorios, de pena, de emoción y de cierto momento de mi vida, cuya existencia no sabía Atreus a quien convencí de acompañarle en este viaje sin que supiera el por qué de mis intenciones.

Fue una fría noche de otoño, de hecho, no hace mucho. Afuera llovía como si algún dios derramara sus lágrimas por alguna pena celestial, cosas incomprensible para humanos simples como nosotros, pero allí estaba, un horizonte despejado donde solo había una división entre cielo y tierra, con un campo plano lleno de césped, animales de distintas especies para la crianza y posterior venta por kilos de estos, plantaciones donde perdíamos todo un día dando lo mejor de nosotros para ayudar a nuestros padres, para hacerlos felices, mis dos hermanos y yo. Recuerdo estar en el granero, empapado completamente guardando las herramientas que usamos cada día, en el pequeño cajón de madera que estaba destinado a contener las más pequeñas e inusuales de usar, mientras que las grandes como las palas o el rastrillo solo las dejábamos apoyadas a la pared. El abuelo Yarro ya estaba adentro durmiendo, igual toda la familia excepto yo, que con una tenue lámpara de aceite alumbraba mi alrededor, forzando mis ojos ante aquella oscuridad. Fue allí cuando una voz gruesa empezó a emanar detrás de mí, para enfrentar al fin ese momento que en secreto estaba guardando como un secreto dentro de mí

-Tobías, tú no te irás de aquí, sé que te quieres escapar y no lo permitiré.

Era mi padre, Gunther PlumaLuz, linaje directo de mi abuelo Yarro, heredero del gran rancho PlumaLuz.

-Padre, estoy harto de todo esto -solté fuertemente la pala con algo de ira- estoy harto de vivir en la granja.

-¿De que hablas?, ve adentro ahora mismo y ya decidiré tu castigo mañana, ¡Ahora!.

Hubo un silencio mezclado con tensión aguda que solo era interrumpido por el sonido de las gotas chocar con el techo de madera y con la tierra tras mi padre, no pude voltear mi rostro puesto a que las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas, debido al enorme esfuerzo por no reprimir más mi enojo contra él.

-¡No lo haré, no lo haré nunca más!... He pasado 26 años de mi vida pisando las tablas flojas de la casa, sin conocer a nadie más en este mundo. Al principio creí que era solo una etapa de la vida querer salir y explorar nuevos lugares, conocer otras personas, como el abuelo Yarro cuenta en sus historias pero no, con el tiempo me dí cuenta de que eran mis ganas de ser libre.

Por un momento, cuando escuché la hierva doblegarse bajo la suela de cuero de sus zapatos creí que era el final, que me golpearía hasta que me rindiera y me llevará adentro para encerrarme en mi habitación, para no dejarme salir sino hasta que aceptara hacer solo lo que él quería y dejar atrás mi deseo por irme del rancho, pero un impulso me llevó a darme vuelta para confrontarlo cara a cara y mandarlo al demonio de una vez.

-¡ESTOY HARTO DE VIVIR AQUÍ, DE PASAR TODO EL DÍA TRABAJANDO Y TRABAJANDO SIN CESAR HASTA QUE SIENTO QUE MIS BRAZOS SE QUIEBRAN, DE REPETIR TODO UNA Y OTRA VEZ, DE NO SENTIR LA EMOCIÓN REAL, DE SENTIR COSAS PROHIBIDAS POR MARTHA, DE DESEAR SU CARNE AUNQUE FUESE DE MI SANGRE, DE ESCUCHARTE DISCUTIR CON MAMÁ CUANDO LLEGAS DE LOS VIAJES BORRACHO, DE ESCUCHARLA GRITAR POR ENCIMA DEL SONIDO DE TUS GOLPES, DE ESCONDERME DE UN MUNDO QUE ME AGUARDABA POR CONOCER Y DE TU FALTA DE EMOCIONES POSITIVAS HACIA CUALQUIER SER DE ESTE MALDITO RANCHO DE MIERDA MALDITO CABRÓN HIJO DE PUTA!".

Mi padre no lo pensó, se abalanzó sobre mí para golpearme el rostro con su pesado puño. Apenas pude verlo venir en tal oscuridad, aunque fuera viejo aún conservaba la fuerza que se necesita para trabajar en un lugar como este. Eso me derrumbó de inmediato, e hizo que mi visión se nublara por unos segundos, difuminando en la distancia los sonidos como los ecos de una voz alejándose en una cueva, entre ellos, gritos de una mujer sollozante. Ello me trajo de nuevo, al venirse a mi mente esas noches donde mi madre era golpeada y esas mañanas donde mentí diciendo que era un accidente en la noche con la vaca o el caballo, llenó mis manos de calor y de un movimiento veloz tomé una tabla para golpear con ella la cara de Gunther. Sin duda hizo efecto, pues retrocedió momentáneamente tocándose la cara, que dicho golpe había roto su labio junto a una marca en la cara, luego de que se despedazada la tabla en el impacto, quedando solo un pedazo afilado en un extremo y el resto cubierto de astillas. Rápidamente se abalanzó sobre mí para empezar a golpear mi rostro repetidas veces, poco a poco perdiendo la noción del tiempo incluso el dolor que sentía en cada uno, hasta que algo lo tomó por los hombros y lo apartó de mí, mientras que un rostro afligido derrama sus lágrimas sobre mí. Por un momento llegué a pensar que era mi madre, pero en escasos segundos pude volver a la realidad, viendo que era mi hermana Martha llorando desconsolada, con lágrimas bajando por su bello rostro y sus ojos verdes aguados mirándome fijamente, como cristales por los que podía ver su alma dolida, sus finos labios tan lindos temblando, colándose mechones de pelo sobre mi pecho, un cabello dorado como el sol.

Gunther luchaba ferozmente por librarse de mi hermano Harold, mientras que Martha me ayudaba a recobrarme con algo en sus manos, era el guante del abuelo Yarro, del que tanto nos había contado pero que solo había visto escasas veces a lo largo de toda mi vida estaba allí en sus manos. De repente, Gunther con un movimiento errático golpea a mi madre en el rostro y empuja a mi hermano mayor para correr hacia mí con claras intenciones de acabar conmigo o al menos dejarme muy herido, así que Martha me puso rápidamente el guante para que lo usara, o eso creía yo pues justamente cuando estaba sobre ambos, con una mirada llena de asco y desprecio hacia nosotros dos, disparé una carga de energía a su pecho, muy débil, solo lo suficiente para hacerlo volar por encima de la tierra hasta unos seis metros atrás.

Lo poco que recuerdo luego de ese momento esa misma noche, fue a mi abuelo hablando conmigo mientras mi padre intentaba levantarse y me gritaba, me dijo que me fuera lejos y viviera mis propias aventuras que mi padre jamás iba a detenerse hasta molerme a golpes dado a que es un hombre violento y temperamental, aclaró que todos estarían bien que fuera y cumpliera mis sueños lejos de allí, que escribiera mi propia leyenda y viviera mis propias aventuras para contarlas ya de viejo como él, que fuera una buena persona y que siempre me iba a amar al igual que mi madre, que en aquel momento estaba con Gunther junto con Harold intentando calmarlo. Él me obsequió el guante como herramienta para mí aventura, y Martha, en medio del llanto me dió un abrazo y me dijo que siempre me amaría, que me iba a extrañar y que esperaba a que fuera una gran persona, mejor padre de lo que fue Gunther. Quise decirle lo mucho que lo amaba, aunque en el pasado solo habíamos compartido un beso, un beso que negamos que había sucedido y habíamos ocultado bajo una fachada correcta ya que era un amor prohibido el nuestro, yo la amaba con mi corazón y quise hacerlo pero no pude hacerlo, solo le dí un abrazo en lágrimas para luego huir corriendo de ahí sin rumbo dejando... (1/2)

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