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Anónimo {{'2020-08-04T21:04:00.000Z' | moment 'DD/MM/YY HH:mm'}} /#/ 76225

>>76202
La propia naturaleza de los animales, que se guían puramente por el instinto, demuestra que, en la mayoría de los casos, es el macho el que protege tanto a las crías como a la hembra (en el primer caso, la hembra toma ese rol si es que el macho no puede cumplirlo).

Por otro lado, ¿No es curioso que sean los machos los que se esfuerzan por conseguir pareja? Hablando del entorno natural, son los machos quienes hacen competencia por ganarse el favor de una hembra, como las llamadas de apareamiento, las propias peleas que tienen entre sí, y el dimorfismo sexual que puede presentarse entre los sexos.

El propósito de todo esto es, efectivamente, conseguir el favor de la hembra, y por ende, es la hembra quien tiene el juicio de decidir con quién se va a reproducir según estos criterios instintivos (que los humanos hemos racionalizado en ámbitos como la apariencia, el intelecto o la personalidad).

Véase, por ejemplo, el plumaje de los pavos reales para atraer a las hembras, o el hecho de que las hembras de ciertas especies arácnidas (como la Viuda Negra) o las mantis religiosas se comen al macho después de aparearse; comprueba, pues, que el fin del macho es garantizar su reproducción (que incluye proteger tanto a la hembra que permite como a las crías que continúan su linaje), y el de la hembra como el intermediario entre la vida y la extinción.

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