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Capítulo 5. El hotel.

Tras la partida del anon-foráneo decidimos ir a practicar el viejo mete-saca grupal con la anona. Recorrimos la avenida para buscar el hotel, pasamos por un oxxo antes por condones y pisto. La cajera se nos quedó viendo con las cejas arqueadas, pero mi identificación de McLovin le hizo cambiar de actitud y con una reverencia nos entregó lo que necesitábamos y nos abrió la puerta al salir.

Había una que otra prostiputa con fishnets y minifalda laburando. El anon fotógrafo estaba muy bien ubicado y las saludaba a todas por su nombre. Nos contó que un tío de un amigo de un vecino tenía varios tratos con el pez gordo de la zona y que también tenía acceso a armerías clandestinas de la colonia. Llegamos a un hotel pequeño discreto de cuyo nombre no quiero acordarme. Nos tomamos una foto a la salida y entramos. El anon ratero pidió una suite con jacuzzi pero estaban todas ocupadas, así que pedimos la suite normal.

Ya en la habitación la negra nos dijo que teníamos que bañarnos antes de penetrarla violentamente porque le parecíamos todos sucios a excepción mía. Los 3 negros se encueraron y se metieron simultáneamente a la ducha de tan jairosos que venían. Pero estaban tan juntitos que de repente el malabarista empezó a frotar su pene en las nalgas del anon-ratero, este siguió el juego e hizo lo mismo con el anon-fotógrafo. Yo y la anona nos quedamos asqueados de ver tremenda homosexualidad reprimida salir a flote de un momento a otro y nos encogimos de hombros. Continuaron haciendo un circle-jerk y después se la mamaron entre ellos, cada quién se vino precozmente en el ano del otro varias veces. El anon-ratero gemía y chillaba como en los javs
<kimochi
<yamete, anon-kun
El anon-fotógrafo decía que ya tenía experiencia de su viaje en Japón y que debía de ser el dominante, pero el anon-malabarista le metió la verga en su boca, callándolo, diciendo que lo iba a hacer su perra. De la nada se había puesto una diadema con orejas de lobo y tenía una cola de zorro atorada en el ano.
En eso volteé a ver a la anona, pero para mi sorpresa la vi disfrazada de dominatrix con un tremendo arnes de negro haitiano colgando de su cinturita. Me dijo que le exitaba el yaoi, que se había puesto MUY cachonda y que tenía que hacer algo al respecto. El anon malabarista procedió a ponerse en cuatro y la anona le insertó el juguete sin lubricar y sin vacilar. Uno a uno se turnaron los negros para ser sodomizados mientas se lamían los pezones y se masturbaban mutuamente. La de recepción tocó la puerta. Me preguntó qué estaba pasando, me dijo que varios huéspedes distinguidos habían huído despavoridos al sentir que sus contiguas habitaciones comenzaban a temblar cual terremoto escala 8.5 Richter y al escuchar bramidos tremendamente obscenos. Le dije que no se calara, que estábamos haciendo un documental para el Festival Internacional del Cine de Morelia subsidiados por Mr. Cohen y que si interfería iría a ser denunciada a la policía de Pensamiento Correcto Antitrasfóbica. Que esta ópera prima iba a superar a Roma y a No se Aceptan Devoluciones en taquilla. Entonces me hizo una reverencia, temblorosamente y me dijo
<Sí señor, por supuesto, como ud. Diga.

Cuando volví a entrar a la habitación la anona los había dejado exhaustos a todos. Contemplé el desolador escenario, digno catalogarse como un Jackson Pollock: Uno encima del otro tirados en el piso bañados en sudor. Blanca esperma resbalando en las paredes y en la espina dorsal del anon-malabarista. Ropa desordenada, neezhnies cagados y mequeados. Rastros de mierda con forma de pisadas. Condones amarrados dentro del ano de alguien. Más condones tirados en el piso. El arnes cubierto de sangre encima de la mesita de noche y a la anona recostada en la cama con sus piernas y brazos extendidos, relajándose y saboreando la victoria pírrica sobre los varones domados. Con un débil murmullo me llamó,me dijo que se entregaría a mí en cuerpo y alma, que estaba dispuesta al viejo mete-saca. Le dije que no pensaba desperdiciar mis preciosos fluidos ni romper mi retención de semen, pero que accedería a acabarla. Usé mis dedos y las técnicas mágicas que aprendí de Wong Fei-hung para acabarla llevarla al éxtasis supremo, al gozo neuronal codiciado, al platillo predilecto de la madre ancestral. Se quedó dormida junto con los demás.

Aldo: las fotos del hotel las tiene el anon-fotógrafo pero no las ha subido.

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