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Capítulo 6. A saucerful of Secrets.

Estaba yo sentado en el sofá que daba hacia la avenida cuando anon-ratero despertó. Me dijo que era un buen momento para ir a comprar "Drencrom", que el sabía de un buen dealer ubicado en plantón de la Cámara de Mamadores. Yo solo quería un vaso de "Moloko" y unas galletas. Pero accedí. Anon-fotógrafo dijo que se le antojaba más pisto pero que nos acompañaría de cualquier forma. Despertamos al resto de los negros y nos encaminamos a la av. Deforma. Me estaban empezando a doler los pies de tanto andar. De vez en cuando salían "dévotchkas" extranjeras 8.5/10 de sus hoteles deluxe para tener sus evening-meals. Limosinas enceradas pasaban de vez en cuando a nuestro lado con quinceañeras despechadas cantando los últimos hits de moda, pidiendo verga a gritos. Anona nos contó que ella pasaba otro rato de su tiempo experimentando con psicotrópicos y Accela en el viejo Cyberia. Todos tenían alguna experiencia similar menos yo. Les dije que estaba dispuesto a acompañarlos pero que no iba a contaminar mis preciosos fluidos con agentes externos.

Empezaba a hacer mucho viento. La temperatura disminuyó. Casi no quedaba nada de los rayos de sol. Cuando llegamos al sitio un olor a facultad de humanidades impregnó el ambiente. El anon-ratero empezó a hablar en un dialecto orco nigger-tier ininteligible para mi con su otro semejante. Nos suplieron de hierba y 2 papelitos para hacer el porro a un módico precio. Nos recargamos en una reja, y procedimos a hacer casita para envolver el papel con el producto y que a este no se lo llevara el viento. Una parte de la hierba cayó en las tetas de la anona y rápidamente el anon-fotógrafo la manoseó para devolver todo en el papel. Después de eso estuvimos como autistas unos 10 minutos tratando de prender el cigarro con un encendedor que alguien llevaba. Un teporocho tirado en el piso con la mirada perdida se compadeció de nosotros y le ofreció de su cigarro al anon-malabarista. Al final el anon-ratero y el anon-fotógrafo fueron a comprar una pipa porque simplemente no la armábamos. Por fín se pudo prender la pendejada y todos mis queridos drugos se dieron sus toques respectivos. El anon fotógrafo sucumbió a la presión social de los otros negros. La anona formaba círculos de humo que eran discipados por el viento rápidamente. El anon-malabarista le pidió a otro prieto de por ahí unas pelotas y comenzó a entretenernos con sus habilidades, unas gringas que pasaban le depositaron unas monedas a sus pies. La gente que nos rodeaba estaba en un trance. El estupor pegaba a todo el quien estuviese en las proximidades, con él llegaba la lucidez y la conexión con entidades superiores. Comenzaron a llegar poseros con sus mohicanos y otra fauna similar. A mis drugos les dió ganas de alcohol. Les dije que les disparaba eso y otra cosa que así quisieran.

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