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>>230167
~~Debo decir que, has cambiado bastante desde que recuerdo, OP. Aviso desde ya que posiblemente tenga más de un error en la redacción.~~

>Razna

Quizás una víctima de la injusticia y un exponente de las malas decisiones que ha tomado la entente a lo largo del tiempo para dejar a una chica de rasgos como los suyos y de un carácter tan fino como el que tenía esta chica de tez pálida, cabello largo, negro, liso y cuidado en la situación en la que ahora estaba habiendo quizás caído desde una posición social más segura. Quizás un ejemplo de como el actuar de uno no depende de la clase social y de alguien que había salido de éstas, pero se rodeaba de buena gente y de altas ambiciones aspirando a reposicionarse. Quién sabe. La presencia de Razna en las calles era llamativa, e incluso para algunos transeúntes, un misterio. El aspecto de la muchacha cerca ya de alcanzar las dos décadas de edad era algo que contrastaba con el lugar donde se encontraba, una chica joven en una edad primaveral entre la adultez y la adolescencia con la apariencia típica de esta característica edad, una mirada de aspecto maduro por la cual no se filtraban pequeños residuos químicos, ni malicia, como era de esperarse y estilando un fino vestido aterciopelado típico de las clases altas, pero ya parcialmente destruido y tomando un aspecto haraposo con ciertos huecos, raspones y cortes entre aquella tela azul, roja y negra tan brillante y con elegantes patrones de costura. Esa mirada particular ahora mismo transmitía tristeza, transmitía vacío y transmitía inercia, como si fuese alguien que se movía por supervivencia. Dejaba ver la mirada de alguien derrotado, pero no pensaba en eso, sino que únicamente pensaba en escapar rápidamente, sólo deseaba irse, evaporarse y desaparecer, su motivación era pensar en que pronto no estaría allí y que en poco se iría cual aventurero extraviado y extenuado avanzando a un paso por minuto a las tres de la tarde en el desierto, con la esperanza de que poco falta. La realidad era que Razna no pertenecía allí, ni realmente había caído allí. Su aspecto no era familiar para quienes frecuentaban aquellos suburbios, ni su nombre resonaba en las calles. Era alguien que estaba de paso, en errancia y sin lugar a dónde ir, escapando de la muerte, escapando del castigo y escapando de si misma. Sucesos del pasado la llevaron a un exilio autoimpuesto, impulsado por el miedo a ella misma y por el miedo al sufrimiento. Todavía ronda por su cabeza la misma sensación que ella sintió cuando cometió ese delito tan "pasional" y la sensación que la llevó a desencadenar aquella faena que tiene tan presente como la imagen de aquel hombre tendido y sin vida con sus manos encima. Como una pequeña picazón que intenta ignorar, aún le molesta, pero hace un esfuerzo por ignorarla y a pesar de que allí siga, lo logra.

Jadeando un poco por el cansancio luego de caminar tanto sin rumbo, el agotamiento comienza a molestarla. Entre pasos largos ya que sus músculos ya estaban exhaustos, decide finalmente parar. Su largo cabello de la tonada más oscura del ébano, que se movía con ella, se detiene cayendo completamente liso sobre sus brazos, cubriendo sus heridas. Mantenía su mente en blanco, concentrada únicamente en el sol que golpeaba el suelo y en sus suspiros, haciendo que el tren pasase casi desapercibido. Ya bajando un poco el ritmo, toma asiento en el suelo para recuperar algo de energías, observando a la gente que sale sin intentar levantar mucho su perfil o las sospechas debido a su inminente shock post-asesinato haciéndola creer que hasta en lo más mínimo como una mirada o un reconocimiento parcial, sería perseguida y encontrada o su información se vendería, sin llegar a poder contar el detalle de que muy posiblemente no hayan pruebas de que la naturaleza y la cadena alimenticia la hubiesen utilizado a ella como motor para llevar a cabo aquel acto quizás atroz, a lo mejor no tanto que aún la atormenta. La enorme catedral se rige frente a ella como una enorme sombra entre todos los rayos del sol, algo cubierta por los residuos de humo que había dejado el tren y que segundos después, se evaporarían, y a pesar de no ser religiosa, inmediatamente decide dirigirse hacia ella al asociar las catedrales con salvación. De su rostro neutral, esbozaba una sonrisa, considerando alguna salvación ciega, pero en el camino dándose cuenta después de que quizás, podría pedir que se la amparase con un poco de comida, justo aquello que tanto le hacía falta. Ajena a todo el círculo callejero, Razna desconoce de gran parte de lo que se expresa entre palabras y paredes a lo largo de la Entente, conociendo únicamente la tantas veces vista cruz. Reconocía el hecho de que el diseño era sutilmente distinto, y a lo largo del camino, observando como éste se repite varias veces, se detiene un momento a mirarla con un rostro algo confundido. No le da mayor importancia, sigue su camino directo a la catedral, esperando que si había algún Dios, éste le brindase su ayuda en este momento, el momento donde nuevamente, su naturaleza la traiciona en momentos donde necesita estar en completa conexión con ella misma.

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